martes, 28 de febrero de 2012

piedras

  Las guitarras sonaban gritando historias de noches sin sueño, gimiendo notas que escaparon de un papel, haciéndose escuchar como estruendos en una madrugada que agitaba sensaciones que luchaban para liberarse prepotentemente de las gargantas ásperas buscando moverse en el sentido se la más bella canción. 
   Los pasos se aceleran, las manos temblorosas señalan una dirección. No se distingue el final del camino, algunos metros adelante la niebla asecha el aire. La distancia desaparece, y las guitarras siguen sonando, aturden las horas presentes, confunden las horas futuras. 
   Buscando la rima perfecta para devolver la tranquilidad a las manos inquietas, el silencio desgarró los labios que bebían el dulce licor de otros deseos a miedosos sorbos. Paralizadas las pestañas albergando la esperanza perciben que las luces empiezan a desaparecer ocultando cautelosamente las piedras. Las guitarras vuelven a sonar, y la tenue luz sólo muestra, una sonrisa embriagada. 

lunes, 20 de febrero de 2012

Planeaba decir algo muy distinto esta noche,
pero los imprevistos me llevan a asegurar que
siempre que compre un boleto de tren, no me baje hasta concluir el viaje. 
Soy fiel a mis elecciones. 

viernes, 10 de febrero de 2012

Flaco querido



 "El talento es el hombre en libertad, nace en cualquier persona que se sienta capaz de volar con sus ideas" 
Luis Alberto Spinetta.








Gracias por tanto.






viernes, 3 de febrero de 2012

mirar de lejos

   La calle empedrada resultó perfecta para dejar fluir entre los bloques de piedra, pequeños ríos veloces que miraba sentado desde el cordón de la vereda. El sol se retiraba entre los árboles lejanos que se mecían con el viento a unas cuantas manzanas de distancia. Mientras cantaba una canción golpeaba los pies en el piso, marcando el ritmo para hacer más amigable la espera. 
   Desde una ventana situada unos metros más arriba, otros ojos captaban la imagen, buscando entre los autos el factor que cambiara el estado del ser extraño que en esta ocasión formaba parte de su entorno. Ningún transporte lo recogía, no sonaban alarmas ni teléfonos. Aquel sujeto simplemente se encontraba sentado con la mirada perdida, como quien hubiera estado situado junto a una explosión, y ahora se disponía a intentar conseguir la noción del tiempo y el espacio sin poder escuchar, aturdido pero con calma, desorientado pero en paz. De todas formas transmitían inquietud, llamaba la atención que reposara en la puerta de su casa y una curiosa intriga impulsaba a un acercamiento que aún no pretendía llegar. 
   Parecía no llevar nada consigo, quizás algunas monedas en los bolsillos, seguramente tenía dinero para volver a su casa, aunque llevaba horas sentado al caer la noche, y tampoco se lo había visto comer. Su actitud no generaba temor, pero quien lo observaba desde arriba no tuvo más que sentir preocupación. El muchacho no hablaba con nadie, no cantaba, ya no movía los pies. Se limitaba a apretar las manos con ansiedad, se peinaba el pelo con los dedos ahora en una calle solitaria.
   Cuando las estrellas iluminaban el cielo, el muchacho inclinó la cabeza hacia un costado y dejo ver sus ojos brillantes, fuente de aquellos ríos que decoraban la calle empedrada. La angustia atravesó como una flecha, el pecho del espectador que casi con la intriga resuelta corrió a las escaleras. No sabía quien era, pero fue parte de su paisaje, sintió necesario acercarse para ofrecerle ayuda. Bajó las escaleras, cruzó la puerta del edificio, pero cuando llegó a la vereda el muchacho ya no se encontraba allí. 
   La situación permaneció frente a sus ojos y esperaba una señal para actuar, el muchacho apretaba las manos que no podía estrechar aunque agónicas se movían sin buscar. Ambos podrían haber complementado este final. 
   Aquel día optaron por esperar a que llueva la solución a sus estados de un cielo despejado, para cuando quisieron aventurarse a decidir, ya era demasiado tarde.