Apretaba los puños, respiraba con intensidad, y su cara reflejaba la agonía que el cantante expresaba en sus oídos. Bajaba la cabeza y miraba al piso, las hojas del otoño que se mantenían estáticas en el asfalto, soltaba el aire y volvía a acelerar el paso.
Oscura la calle, la luz que emanaba el cielo invitaba a levantar la mirada y con ella, los deseos y los sueños que habían caído para hacerse trizas unos cuantos metros atrás. Comenzó nuevamente el ciclo. Proyectó sus sueños en un futuro ideal en donde todo se daba a su gusto, en donde no había lugar para el fracaso y podía superar cualquier obstáculo que se presentase. Imaginó una vida mejor, en donde no faltaba eso que anhelaba con todas sus ganas, observó ante sus ojos, sus deseos realizados, cumplidos por su voluntad y por una fuerza sobrenatural, a la que todos conocemos como suerte, que se encargó de que nadas se oponga entre las ideas y la realidad.
Cuando se percató de que todo aquello no era más que una utopía, dado que era demasiado perfecto y no se creía capaz de poder realizar algo tan maravilloso sin la dichosa suerte que había decidido no prestarle su compañía; fue cuando pestañeó y despertó en esa calle, otra vez.
Abrió los ojos en la calle desolada, e el medio de la noche fría y sin reparo; despertó con la melancólica música en sus oídos y el otoño expresándose a sus pies. El cantante se desgarraba la garganta al mismo tiempo que lo hacía con la utópica abstracción del mundo que experimentó hace unos momentos, había previsto las canciones, casi como las asesinas de esos vagos sueños, para impedirles que invadan su cabeza con ingenuidad.
Cuanto más alto volás, más dura es la caída, le habían dicho hace algún tiempo. Y después de reflexionar esa frase, erróneamente o no, se dedicó a boicotearse en las situaciones en las que pudiera llegar a enfrentarse a un inesperado cambio. Y así es que, cuando su solitaria existencia podía llegar a dar un giro, en su mente se chocaban la esperanza y la desilusión, se daba lugar a imaginarse los escenarios desde las dos perspectivas con el fin único de la preparación, lógicamente nos e estaba preparando para lo mejor.
De todas formas, aunque no le agradara pensar que la vida podría terminar en un instante, luchaba para que ese momento de premeditada angustia se acabara, le daba pie a las viejas esperanzas de invadir su andar para retomar el paso que más tarde se encargaría de quebrar. Hasta ahora no sabemos si es totalmente consciente de lo que hace. Lo que para algunos resulta depresivo, de alguna forma era su elección de vivir sin sorpresas.