martes, 31 de mayo de 2011

sin sorpresas

   Con las manos en los bolsillos se disponía a caminar en medio de una desolada calle por la noche. Mantenía un paso rápido, aunque no podía escuchar sus pisadas ya que en sus oídos, los auriculares reproducían bastante fuerte la música que escogió para ese momento. 
   Apretaba los puños, respiraba con intensidad, y su cara reflejaba la agonía que el cantante expresaba en sus oídos. Bajaba la cabeza y miraba al piso, las hojas del otoño que se mantenían estáticas en el asfalto, soltaba el aire y volvía a acelerar el paso. 
   Oscura la calle, la luz que emanaba el cielo invitaba a levantar la mirada y con ella, los deseos y los sueños que habían caído para hacerse trizas unos cuantos metros atrás. Comenzó nuevamente el ciclo. Proyectó sus sueños en un futuro ideal en donde todo se daba a su gusto, en donde no había lugar para el fracaso y podía superar cualquier obstáculo que se presentase. Imaginó una vida mejor, en donde no faltaba eso que anhelaba con todas sus ganas, observó ante sus ojos, sus deseos realizados, cumplidos por su voluntad y por una fuerza sobrenatural, a la que todos conocemos como suerte, que se encargó de que nadas se oponga entre las ideas y la realidad. 
   Cuando se percató de que todo aquello no era más que una utopía, dado que era demasiado perfecto y no se creía capaz de poder realizar algo tan maravilloso sin la dichosa suerte que había decidido no prestarle su compañía; fue cuando pestañeó y despertó en esa calle, otra vez. 
   Abrió los ojos en la calle desolada, e el medio de la noche fría y sin reparo; despertó con la melancólica música en sus oídos y el otoño expresándose a sus pies. El cantante se desgarraba la garganta al mismo tiempo que lo hacía con la utópica abstracción del mundo que experimentó hace unos momentos, había previsto las canciones, casi como las asesinas de esos vagos sueños, para impedirles que invadan su cabeza con ingenuidad. 
   Cuanto más alto volás, más dura es la caída, le habían dicho hace algún tiempo. Y después de reflexionar esa frase, erróneamente o no, se dedicó a boicotearse en las situaciones en las que pudiera llegar a enfrentarse a un inesperado cambio. Y así es que, cuando su solitaria existencia podía llegar a dar un giro, en su mente se chocaban la esperanza y la desilusión, se daba lugar a imaginarse los escenarios desde las dos perspectivas con el fin único de la preparación, lógicamente nos e estaba preparando para lo mejor. 
   De todas formas, aunque no le agradara pensar que la vida podría terminar en un instante, luchaba para que ese momento de premeditada angustia se acabara, le daba pie a las viejas esperanzas de invadir su andar para retomar el paso que más tarde se encargaría de quebrar. Hasta ahora no sabemos si es totalmente consciente de lo que hace. Lo que para algunos resulta depresivo, de alguna forma era su elección de vivir sin sorpresas. 







                          

jueves, 26 de mayo de 2011



A través de mi sonrisa
Tu silencio virginal
Atravesaste mis días
Entre tanta obscenidad


(absolutamente necesario subir el video después de que se me ocurrió el titulo anterior)

lejos es no estar

   Mientras existían quienes compartían sus días, quienes los dejaban pasar uno por uno jurándose hacer cosas que valieran la pena, quienes disfrutaban de algún arte en el que se destacaban, quienes lloraban añorando una porción de su pasado materialista, quienes extrañaban lo que no fue, quienes se indignaban ante una realidad social nefasta, quienes luchaban por un progreso, quienes deseaban acercarse a lo que ya no está; también existían aquellos que deseaban lo posible, pero difícil de concretar. 
   Entre ellos, eran dos que se disponían a acercarse desde lejos. No estoy hablando de distancias geográficas, sino de distancias auto-impuestas por ellos mismos e impulsadas por un único motivo y fin. Sus caminos estaban destinados a cruzarse, y como dos imanes opuestos, se acercaban y casi de forma automática se apartaban bruscamente. Por cada encuentro, se seguían tres desencuentros, frustrados por sus propios límites, los que jamás utilizaban a no ser que el otro estuviera enfrente. Dos personas de esas que van chocando contra el mundo, que no tienen demasiados frenos a la hora de sentir, que simplemente se dejan llevar y le hacen frente a lo que tengan adelante... porqué no se estaban arriesgando esta vez?
   Aunque el deseo de concretar lo imaginario fuera fuerte por ambas partes, nunca se dieron las circunstancias en las que el impulso por realizarlo fuera mutuo, no habían formado parte de juegos histéricos con anterioridad y no pretendían hacerlo tampoco. Esta serie de acciones que iban conformando una historia, no eran más que la consecuencia de andar por la vida en carne viva, dando todo y más; era dicha filosofía la que los atrajo en un principio, pero es la que hace más fácil quemarse cuando se está cerca del fuego. Con la piel un poco más dura después de varios incendios, siguieron corriendo riesgos no tan grandes como el que encontraban en sus miradas. 
   Y ahora querían atreverse a darlo todo, pero no se atrevían a perderlo. Le cantaban al viento sus ganas de que el otro avasalle su vida, esperaban sabiendo que no perdían el tiempo, porque indudablemente volverían a chocarse, pero cuando el viento hacía efectivas aquellas súplicas, huían al ver que no podían evitar quedarse sin el abrigo, temiendo que el calor que irradiaba quien se fundía en sus brazos se extinguiera. Pasaban sus horas intentando acercarse sin perder la distancia que bien los había resguardado hasta el momento, buscaban una razón para poder animarse... buscaban una razón que habían escondido en la profundidad de la Tierra para que aún sin nada que los cubra el otro no pudiera encontrarla, ese motivo probablemente demasiado bello como para dejarlo a merced de alguien que pueda romperlo. 
   Era mucho más que un temor infantil lo que se interponía entre ellos, eran más que expectativas lo que sus entornos transmitían, era más que posible lograrlo, pero sólo ellos sabían que esta no era una historia más. 




















sábado, 21 de mayo de 2011

la ansiedad contra la paciencia

   Sobre una silla junto a una mesa, en algún bar. Las manos sobre la mesa, una sostenía un vaso que cuando lo soltaba se golpeaba en la madera marcando el ritmo de la música que sonaba en el ambiente, la otra retenía un cigarrillo que se renovaba cada tanto. La mirada perdida entre la gente, la cabeza en otro lugar del planeta, o quizás no estaba en el. Buscaba algo en la multitud, no descansaba, el tiempo corría a veces más rápido y a veces más lento, pero no persistía en la búsqueda. 
   Después de unos instantes, una cara conocida se sienta en la silla de al lado, derrocha palabras sin sentido y luego intenta generar un diálogo, sin ganar demasiado su atención. El ruido de sus uñas se ve interrumpido por la voz que acompañaba a esa cara, prepotente, solicitando que cualquiera que sea el motivo, intente reducir esos niveles de ansiedad. Parecía sencillo el pedido, dispuesto de esa forma, pero no era fácil en absoluto. 
   Una vez más se encontró con el vaso, sin más voces alrededor. Medito por un momento la indicación que había recibido pero no encontró la forma de llevarla a cabo. Consideró inútil intentarlo. 
   Sinceramente, una persona como la que se invoca en este relato, es alguien que si tiene las posibilidades de hacer algo que se propone, sin muchos preámbulos lo realiza. Estar ansioso implica estar esperando, con ilusión de que así sea, que suceda algo que se propuso o que desea. Sabemos que ilusionarse por lo general es una buena experiencia, pero siempre esta el miedo latente de que no se cumpla y que avasallen los malos sentimientos. Es miedo, precisamente, es lo que nos hace atravesar esas circunstancias con esa nerviosa ansiedad. Nada de lo que hagamos, nada de podamos inventar, va a poder reemplazar a lo que estamos esperando. Podemos fumarnos todos los cigarrillos del paquete, probar todos los tragos del bar, observar a cuanta persona pase frente a nuestros ojos, pero si no se da lo que ansiamos, definitivamente nos volvemos con un gusto a derrota en la garganta. Que se me permita la expresión... que feo es depender de algo externo a nosotros mismos. 
   Después del tercer trago, detestó haberse dado cuenta de que la ilusión formaba parte de su ser, había tratado de muchas formas que no fuera así, siempre se perturbaba cuando esto sucedía y no le gustaba pasar por eso, seguramente por el recuerdo de los malos finales, de las malas experiencias. Ya nada podía hacer, estaba pasando y era necesario hacerle frente de la mejor forma. 
   Y sin más que las ganas de hacer que ese estado se terminara, hizo caso omiso a lo que ya sabía (a todos les suele suceder) y empezó a tratar que se disiparan esas sensaciones. Sin resultados, o por lo menos los que estaba ansiando, no le quedó otra opción que resistir, o rendirse ante la ilusión, empezar a divagar con su mente los posibles fines de la historia, es claro que las imágenes que daban vueltas en su cabeza eran positivas... una vez que uno se rinde casi no hay vuelta atrás, si bien se olvida el miedo, es inevitable que el impacto sea más fuerte para bien o para mal. De todas formas dejo de importarle, se sentía bien ahora... fue la mejor manera para obtener un poco de paciencia. 












viernes, 6 de mayo de 2011

años luz

   Millones de años luz pasan frente a mis ojos, viajo por el universo a gran velocidad tomando distancia de mi punto de partida. Cuanto más me alejo, son mayores las hermosas cosas que puedo observar, que puedo sentir y ya no veo la explosión que me obligó a emigrar de ese planeta. 
  Cada vez que recorro determinada cantidad de tiempo, un millón de años luz, miro para atrás para verificar qué tanto avancé. En un principio no me percataba de cuánto había volado, incluso en ocasiones, deseaba volver hacia atrás por miedo a lo que podría llegar a existir por delante, aquello desconocido atentó varias veces mi continuidad. De no haber decidido seguir mi curso, casi por instinto, no hubiese tenido el placer de presenciar las maravillosas constelaciones que se me presentaron. 
   Probablemente sea una cuestión de suerte, en realidad no se que hay más allá, quizás todo se extinga, no puedo ver que hay al final, empiezo a creer que nunca es el final. Todavía no logro reconocer un lugar que me resulte realmente apropiado para concluir mi travesía... he avistado sitios inestables, y algunos otros mejores pero no me fue posible aterrizar. 
   Por momentos extraño tener un hogar, se que no debo perder mis convicciones y que mi nave puede resistir mucho más, la idea de que en algún momento lo encontraré es lo que me da la fuerza para no detenerme. Sé también, que es una posibilidad el hecho de que no lo halle, pero al menos habré disfrutado este viaje, y habré dejado que me encandile lo suficiente como para sentir satisfacción del mismo. 
   Próximamente estaré por alcanzar otro millón de años luz, escuché por ahí que cuando alcance esa distancia iban a alinearse siete planetas, dicen que es un espectáculo increíble. No logré saber que es lo que sucede entonces, o luego de que esto ocurra, y me atemoriza que pueda pasar algo para lo cuál no tenga preparación o que en definitiva no me agrade. De todas formas, hace un tiempo atrás, siguiendo mis ideales, determiné mantenerme firme en la decisión de no volver atrás así que bueno o malo, tendré que atravesar a eso que me espera. 
   Y supongo que así será, voy a ir de frente hacia aquel espectáculo, no voy a hacer a un lado la mirada y tengo el presentimiento de que estando allí, cuando mire a mis espaldas y observe lo transcurrido, inmediatamente mis ojos van a querer sorprenderse de nuevo. Quizás luego de cruzar esa línea, encuentre mi hogar, quizás no. No sé si mi viaje llegará pronto a su fin o si esta es una señal más que va a impulsarme a transitar otro millón de años luz. 






   

hoy se siente satisfecho,
aunque aquel rol no exista mas:
para vida con su pecho
y su canción vuelve a s
onar. hoy resibe los aplausos
supo ser sal y también, miel,
y conecta con sus pasos,
que resbal
ar no cae bien. termino su guerra
los pies en la tierra
y su mano a un corazón:
su pensar tranquilo,
su pena, un olvido
y su alma, una 
pasión. hoy asume lo qu
e venga
sea para bien, o todo mal,
y aunque pierda lo que tenga,
se va a morder para aguantar.