eclipse

   Desde el claro de un bosque, parado sobre un cúmulo de rocas, un pequeño duende aguardaba el eclipse. Nunca había presenciado uno de esos, seguramente tampoco sabía que tenían ese nombre pero presentía que estaba por suceder y lo esperaba con ansiedad.
   Allí en el bosque paso su vida entera, recolectando lo que pudiera comer para sobrevivir, viendo como sus pares emigraban a otros logares y de esa forma quedo solo, siendo el único duende del bosque. Siendo su solitaria existencia bastante tediosa, solía inventar historias que brotaban de hechos cotidianos, dotado de una gran imaginación, era uno de sus grandes placees. 
   No había horarios, entre los árboles paseaba y luego regresaba al claro para descansar. Se tiraba en el pasto y miraba el cielo hasta que sus ojos se cerraban para descansar. Desde su colchón verde puso contemplar al sol y la luna desencontrándose día y noche. Brillaba él, imponente en lo alto y se escapaba cuando la luna llegaba para dar comienzo a una nueva noche. Al duende le parecía que ella lo estaba persiguiendo, a veces aparecía en otra esquina del cielo y se acercaba, pero él se escondía en el suelo.  
   Al llegar el ocaso, el pequeño hombrecito suspiraba con melancolía, al ver a su amiga la luna fracasar en el intento de alcanzar su deseo. No sabía el motivo de tal persecución, probablemente tenía que decirle algo, tal vez un secreto. Sólo quería que su amiga concretara lo que estaba anhelando. 
   Más que con certezas, con esperanzas, luchaba contra el sueño, ya que no quería dormir y perderse lo que estaba por venir, se acercaba el momento; los árboles le advirtieron que muy pronto la luna lograría alcanzarlo. El duende finalmente podría ver como ambos se fundía, u el día y la noche serían uno para acabar con la melancolía... en su eternidad los secretos serían mutuos y le darían nuevas historias para imaginar.